Los artistas de distintas disciplinas están cada vez más indignados por la forma en que las empresas de inteligencia artificial usan su trabajo sin consentimiento. Ilustradores, novelistas y poetas sienten que su creatividad está siendo explotada.
“Todos los artistas que conozco están furiosos”, comienza un artículo de Vox y que les resumimos a continuación.
Dos hechos recientes han reavivado esta frustración. Primero, OpenAI mostró una nueva función que permite a los usuarios generar imágenes al estilo del estudio Ghibli. Esto provocó una avalancha de selfies con estética Ghibli en redes sociales, incluyendo al propio CEO de OpenAI, Sam Altman. Segundo, se reveló que Meta ha utilizado millones de libros publicados para entrenar sus modelos de IA. Estas acciones han cristalizado una incomodidad más profunda que muchos artistas sienten sobre el papel que su trabajo desempeña en sistemas que rechazan de manera fundamental.
Cuando los artistas protestan, suelen pedir permiso o compensación, o afirman que esto amenaza la creatividad humana. Son argumentos válidos, pero fáciles de contrarrestar por los defensores de la IA. La respuesta habitual es que el uso de contenido online para entrenar modelos entra dentro del “uso justo” —una defensa que OpenAI invoca con frecuencia. El segundo argumento es que, incluso si no es legal, el beneficio potencial para la humanidad lo justifica.
Pero hay un argumento más profundo y poderoso que los artistas deberían considerar: el daño moral.
El daño moral, según la definición hecha por psiquiatras, ocurre cuando alguien es obligado a actuar en contra de sus valores más profundos. El término se acuñó al observar a veteranos de la guerra de Vietnam que debieron seguir órdenes que contradecían por completo su conciencia. También se ha visto en médicos que deben racionar atención médica o en docentes forzados a aplicar castigos que consideran injustos. Distintas investigaciones muestran que el daño moral puede generar vergüenza, ansiedad y depresión.
Puede parecer exagerado aplicar este concepto al arte generado por IA. Pero eso es exactamente lo que muchos artistas están experimentando. Su obra, fruto de años de esfuerzo y expresión personal, está siendo utilizada para alimentar sistemas con los que no están de acuerdo. Aunque no conozcan el término “daño moral”, describe con precisión el sentimiento de estar siendo obligados a participar en algo que rechazan.
Plantear su objeción en estos términos desafía la narrativa dominante de que la innovación en IA equivale automáticamente a progreso. Va más allá de lo legal o lo económico.
Los defensores de la IA suelen recurrir a comparaciones históricas: una comparación recurrente son con los luditas, trabajadores ingleses del siglo XIX que destruyeron maquinaria que creían que amenazaba sus trabajos y medios de vida. Pero esta analogía es errada. Los luditas no estaban en contra de la tecnología, sino del uso que los empresarios hacían de ella para reemplazar a trabajadores cualificados con mano de obra barata e infantil. Lo que combatían era la explotación, no la innovación.
Este contexto importa hoy. Herramientas de IA enfocadas en tareas específicas, como descubrir nuevos medicamentos, pueden ser realmente beneficiosas. Pero la carrera hacia la inteligencia artificial general (AGI), capaz de igualar o superar al ser humano en múltiples áreas, es otra cosa. Incluso sus propios creadores admiten que podría desestabilizar la economía mundial o llevar a la extinción humana. Como se señala en el artículo original de Vox:
“No pueden argumentar de buena fe que se deben barrer los derechos de autor porque la carrera hacia la AGI será un gran beneficio neto para la humanidad”.
Algunos defensores se aferran al concepto de uso justo, que todo lo que está en internet puede ser usado para entrenar IA. Pero el uso justo depende del propósito y el efecto del uso.
¿Es con fines comerciales? ¿Perjudica al autor original?
Sin embargo, en su artículo, Vox ofrece una analogía más interesante y más poderosa: no con la música remixada o el intercambio de archivos (p2p), sino con la pornografía. Tomar una foto tuya es una cosa. Usarla para crear pornografía sin tu permiso es otra. Así es como muchos artistas ven el arte generado por IA. Su obra está siendo transformada en algo que consideran objetable. No se trata solo de copiar, sino que lo ven como una violación de algo personal y profundo.
Todo esto nos lleva de nuevo al daño moral. Cuando los artistas recurren al lenguaje del derecho de autor, lo que realmente están expresando es un sentido más profundo de traición. Valoramos la creatividad y la originalidad porque están ligadas a nuestra esencia como seres humanos. Cuando los sistemas de IA toman ese valor y lo desfiguran, y cuando los artistas son obligados a contribuir a ese proceso, se ataca directamente a su identidad.
Ese es el argumento que los artistas deberían hacer. No solo que las empresas de IA les deben dinero o reconocimiento, sino que este uso de su obra les causa un daño moral. Es un argumento difícil de descartar y uno que expresa el daño real que muchos sienten hoy.