Los aranceles desatan el pánico en el mundo del diseño 🌍💥
La industria internacional del diseño enfrenta una posible crisis, provocada por una ola de aranceles a las importaciones impuesta por Estados Unidos que ya está sacudiendo al sector. Desde los abarrotados pasillos de la Semana del Diseño de Milán hasta las salas de juntas en Tokio, Barcelona y Nueva York, crece la ansiedad sobre el impacto a largo plazo que estas políticas comerciales podrían tener. La presión financiera, el recorte de márgenes y los despidos inminentes han empañado lo que suele ser la semana más optimista del calendario del diseño.
El diseñador británico Jasper Morrison expresó bien el ambiente:
“Creo que todos estamos preparados para los problemas. Ya han sido tiempos difíciles para muchas empresas del sector, así que esto, además, va a ser muy difícil.”
Aunque Morrison reconoció que no es experto en comercio, su intuición refleja un temor generalizado en la industria: la situación ya está mal, y puede empeorar.
Ese temor no es exagerado. El 2 de abril, la administración de Donald Trump impuso aranceles drásticos y repentinos a una serie de productos que ingresan a EE.UU.: hasta un 50 % para artículos de China, Taiwán y Vietnam, un 20 % para países europeos, un 10 % para el Reino Unido y un 24 % para Japón. El anuncio dejó atónito al mundo del diseño, especialmente a quienes dependen de las exportaciones a EE.UU. para mantenerse a flote. Aunque la Casa Blanca suavizó las medidas más duras días después estableciendo un arancel temporal del 10 % para todos, la incertidumbre sigue. Un plazo de 90 días ya está en marcha y nadie sabe en qué terminará.
Tom Lloyd, del estudio Pearson Lloyd, no se anduvo con rodeos:
“Nuestra industria está potencialmente jodida. Se habla de despidos. Está apostando en contra del mundo entero.”
Para muchos diseñadores y fabricantes de muebles, el aumento repentino de los costos amenaza con derrumbar por completo su modelo de negocio.
“Podría colapsar la industria”, dijo Keiji Ashizawa, diseñador de la empresa japonesa Karimoku. “No podemos adaptarnos a un golpe de precios tan repentino.”
Las empresas están tratando de hacer números como pueden. Maruni, con sede en Japón y cuyo segundo mercado más grande después de Europa es América del Norte, está decidiendo si trasladar el 24 % del arancel a sus clientes o asumir la pérdida.
“Esa cantidad representa una parte enorme de nuestras ganancias. No podemos absorber todo eso”, explicó su CEO, Koda Munetoshi.
Algunas, como la española Gandía Blasco, están intentando un punto medio.
“Nuestra estrategia es subir los precios un 10 % y asumir una pérdida del 10 % en el margen,” dijo el CEO Álvaro Gandía-Blasco.
Laszlo Perlaki, de Moooi, advirtió que muchas empresas no podrán soportar el impacto.
“Las compañías van a tener que subir los precios, no pueden simplemente tragar el coste.” Moooi enfrenta además el problema de los largos plazos de entrega.
“¿Y qué pasa con los pedidos que ya están en producción? Es difícil volver al cliente y decirle que ahora debe más dinero.”
La ansiedad no es exclusiva de quienes exportan a EE.UU. Las empresas estadounidenses también sienten la presión. Anand Gandesha, director global de marca en Humanscale, lo reconoció:
“Ya estábamos en una situación complicada; esto va a empeorar las cosas. Va a ser brutal.” Aunque su empresa fabrica en Nueva Jersey, los componentes vienen de todo el mundo.
“Existe la suposición de que la producción se puede trasladar fácilmente, pero hay una razón por la que los productos se fabrican en países como Italia: por la calidad artesanal.”
Trump ha defendido que los aranceles buscan fomentar la producción local, pero eso no ha calmado las preocupaciones. Incluso los diseñadores que intentan cumplir con las nuevas reglas se encuentran con obstáculos. Kickie Chudikova, diseñadora afincada en Nueva York, dijo que uno de sus clientes ya le pidió que su próximo diseño se produzca dentro del país. Pero para la mayoría, cambiar cadenas de suministro completas no es realista.
“Hecho en Japón es uno de nuestros valores clave,” dijo Munetoshi. “Tenemos que mantener nuestra artesanía.”
También está el golpe psicológico.
“Va a afectar la confianza,” dijo Gandesha. “Cualquier nivel de incertidumbre hace que los clientes pospongan, reconsideren o reduzcan sus proyectos. Y eso puede ser lo más preocupante.”
Algunos, como Randy Bishop, CEO de la marca canadiense de iluminación Bocci, prefieren mantener la calma.
“Creo que va a ser disruptivo por un tiempo, pero al final será temporal. No estoy preocupado en absoluto.”
Otros, como Laura Anzani, CEO de Poliform en EE.UU., están optando por vigilar de cerca los acontecimientos.
“Seguimos atentamente los desarrollos y mantenemos un diálogo activo con nuestros socios globales,” dijo.
Pero no todos se conforman con esperar. Para Lloyd, la situación pone en evidencia lo vulnerable que es el mundo del diseño frente a los vaivenes del comercio global.
“Nuestra industria es un ejemplo claro de la fragilidad de la globalización: una tormenta perfecta de marcas persiguiendo cadenas de suministro, mercados, relaciones, canales de venta y alianzas.”
Y si los aranceles se mantienen, muchos creen que el impacto a largo plazo podría aislar a Estados Unidos. Morrison lo resumió sin rodeos:
“Si es América contra el resto del mundo, el resto del mundo seguirá adelante sin América.”